Focas en la banqueta.

Encontré focas formadas en la orilla, a lo largo del boulevard San José, como conos de desviación. Tenía miedo de que algún conductor no las viera y las atropellara. Desde donde yo estaba, afuera del Royal Solaris, vi entre el césped de la banqueta pequeñas bolas negras que se movían. Al acercarme escucho el sonido de entrada a una pelea con pokemones salvajes y es entonces cuando veo a los pequeños retoños de foca. Pasó por mi mente que los cachorros se perdieron de alguna forma y saliendo del mar terminaron en la banqueta o, que sus madres los acababan de parir allí mismo y que la formación a la orilla de la calle era de algún modo la manera de protegerlos.
Llevé a algunas de ellas al pasillo de la playa, entre los hoteles, donde apareció de pronto una lujosa y enorme casa y un par de personas me reciben. Me resultaron familiarmente conocidos. Ofrecieron su pequeño muelle para llevar las focas al mar de regreso. Así fue.
El tráfico se puso denso. En el camellón del boulevard dos cachorros schnauzer corrían entre los cactus recién colocados. La velocidad y trayectorias aleatorias de los perros me volvieron a poner alerta por el repentino y violento tráfico. Tomo a uno con la mano, era en realidad muy pequeño y de estructura ósea inexistente, se sentía como agarrar un trapo húmedo. Otro par de personas conocidad llegan y agradecen que detenga la carrera de su cachorro. Salir del camellón fue difícil: había muchas cactáceas de diferentes formas, perdía el equilibrio y solo me podía apoyar en superficies espinosas. Recuerdo púas en mi cuerpo pero no recuerdo algún dolor.
Estaba con la Dulce en una habitación de hotel. Ella con vestido de paciente operada sobre una mesa de quirófano y a un lado estaba yo desnudo sobre una cama. Entra la Thelma soltando palabras amargas y se sale, la llamo de vuelta y le digo que todo ha pasado ya (era ridículo seguir hablando de alguna idiotez de hace más de 15 años). Le aconsejé que hiciera caso a las palabras de un hombre desnudo.
Llegaba (yo) después a la casa de Dulce, a quien iba a entregar el cadaver de otro perro (creo que de la Matilda). Mi madre me espera en el auto. La sorpresa fue, cuando abrí la cajuela del auto, la perra de pelo negro estaba viva.
Desperté a las 4:30 a.m., qué buen sueño que estaba teniendo. En el teléfono un mensaje de mi carnal Vinicio. Era sobre mi madre.